Una espina clavada en nuestros pies, niña
Una espina en la que, uno por uno, se enhebran y ondean nuestros dolores
Los conocemos por su nombre
Conocemos la bofetada de cada dolor que oxigena el cafetín y cuyo azúcar sustraemos
Dos pelos grises tengo en la barba y en la cabeza, el pelo desgreñado, desaliñado
Apenas me reconozco cuando recojo tus secas lágrimas que derramas bajo tu ventana
Las junto con mis labios, como un pájaro